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El CEO de Nvidia, Jensen Huang, dejó una de las declaraciones más disruptivas del año: la inteligencia artificial está creciendo tan rápido que la electricidad -no los chips- se convirtió en el verdadero cuello de botella del sector. Y si la industria quiere sostener su expansión, las grandes tecnológicas deberán construir sus propios reactores nucleares. No como una idea futurista, sino como una transición inevitable para los próximos seis o siete años.
Las palabras surgieron durante su conversación con Joe Rogan, donde Huang explicó que el problema ya no es producir más semiconductores, sino garantizar la energía necesaria para operarlos.
En un mundo donde cada modelo de IA exige magnitudes crecientes de computación, depender de la red eléctrica tradicional dejó de ser viable. Las empresas necesitarán una fuente de poder estable, local y controlada por ellas mismas.
La IA deja de ser software: se convierte en infraestructura energética
La visión de Huang es clara: la IA ya no es un avance puramente digital. Es un fenómeno termodinámico. Su desarrollo requiere volúmenes de electricidad que ningún sistema existente puede sostener sin transformarse por completo.
Por eso habla de reactores compactos que produzcan «cientos de megavatios» junto a los centros de datos. En la práctica, esto significa que las tecnológicas dejarán de ser simples compañías de software para convertirse en generadoras de energía, con la capacidad de operar de manera autónoma y reducir la tensión en la red pública.
Huang lo sintetiza así: todos seremos productores de electricidad, igual que quien tiene una granja solar o eólica, pero a una escala totalmente nueva.
Ese escenario no solo redefine el desarrollo de la IA, sino la estructura misma del poder digital. Una empresa que controla su propia energía y su propia computación deja de ser solo una empresa: se convierte en un actor soberano dentro del ecosistema tecnológico.
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Roger Rogan describió este enfoque como «la forma más inteligente de hacerlo». Y lo es. Porque un reactor nuclear dedicado no solo garantiza energía confiable, sino que también permite que el excedente vuelva a las comunidades, integrando a estas gigantes en la infraestructura energética de manera directa.
Para la industria, esto marca un antes y un después. Las tecnológicas ya no dependen únicamente de innovar: ahora deben construir. Tienen que asegurar no solo sus modelos, sino la electricidad que los hace posibles. Y en ese proceso, están cruzando un umbral histórico: convertirse en entidades autosuficientes capaces de sostener su propio ecosistema sin intermediarios.
Lo que Huang dijo no es una predicción, es una advertencia. La próxima revolución de la IA no llegará por un nuevo modelo, sino por la energía que lo alimente.