El Fondo Monetario Internacional sale de su habitual reserva y publica una guía detallada sobre los stablecoins. Mientras que el mercado supera los 300 mil millones de dólares, la institución estima que solo la regulación no será suficiente. ¿Qué estrategia recomienda realmente?
- El FMI publica un informe exhaustivo sobre los stablecoins y sus riesgos macroeconómicos potenciales.
- La institución identifica una fragmentación problemática de las regulaciones mundiales sobre stablecoins.
- Las políticas macroeconómicas sólidas deben constituir la primera línea de defensa, más allá de los marcos regulatorios.
- El mercado mundial de stablecoins, dominado en un 99 % por el dólar, representa ahora más de 300 mil millones de dólares.
El FMI teme una inestabilidad financiera causada por los stablecoins
El FMI acaba de publicar el jueves su informe «Comprender los stablecoins», un análisis profundo que examina las enfoques regulatorios de Estados Unidos, Reino Unido, Japón y la Unión Europea. La conclusión es clara: cada jurisdicción mueve sus piezas, pero nadie juega el mismo juego.
La institución de Washington señala un riesgo mayor. La proliferación de stablecoins en diferentes blockchains crea «ineficiencias debidas a una posible falta de interoperabilidad». El sistema se convierte en un patchwork ingobernable donde las disparidades regulatorias entre países levantan barreras para las transacciones.
Los dos gigantes del sector ilustran esta fragmentación. El USDT de Tether y el USDC de Circle dominan el mercado con estrategias de reservas bien distintas. Tether mantiene alrededor del 75 % de sus garantías en bonos del Tesoro estadounidense a corto plazo, complementados con operaciones de recompra y depósitos bancarios.
Circle mantiene el 40 % de sus reservas en esos mismos títulos estatales. Detalle preocupante: Tether también posee el 5 % de sus activos en bitcoin, una diversificación que cuestiona la estabilidad misma del concepto de «stablecoin».
En Estados Unidos, la ley GENIUS firmada por Donald Trump en julio ha reorganizado las cartas. Esta regulación impone un marco estricto para los stablecoins de pago. Según la auditoría realizada por CertiK, provocó una separación notable de la liquidez entre pools estadounidenses y europeos. Una balcanización que ilustra perfectamente los temores del FMI.
Más allá de la regulación, una cuestión de resiliencia sistémica
El mensaje del FMI rompe con los discursos habituales centrados únicamente en el marco jurídico. La institución afirma que «políticas macroeconómicas sólidas e instituciones robustas deberían constituir la primera línea de defensa».
En otras palabras: regular no basta, hay que reforzar los cimientos del sistema financiero mismo.
Esta visión cobra sentido cuando se observa la evolución reciente del mercado. Algunos analistas, como Stephen Miran de la Fed, estiman que los stablecoins podrían alcanzar 3 billones de dólares para 2030.
Una perspectiva que podría obligar a la Reserva Federal a revisar su política monetaria, especialmente su tasa neutral de interés. La creciente demanda por estos activos respaldados por el dólar aspira literalmente los bonos del Tesoro estadounidense.
El FMI también insiste en «la coordinación internacional» como elemento esencial para resolver estos desafíos. Una coordinación que hoy en día es dolorosamente deficiente. Mientras Europa despliega su regulación MiCA, Estados Unidos ajusta la ley GENIUS y Asia experimenta con sus propios modelos.
El dominio aplastante del dólar en el universo de los stablecoins – más del 99 % del mercado – plantea otra cuestión. Estas criptomonedas estables se convierten en vectores de dolarización para economías emergentes, saltándose los circuitos bancarios tradicionales. Un fenómeno que podría debilitar la transmisión de políticas monetarias y alterar los equilibrios macroeconómicos mundiales.
El FMI ya no se limita a observar: toca la alarma por la fragmentación regulatoria. Su mensaje es claro: sin coordinación internacional y sin fortalecimiento de los marcos macroeconómicos, los stablecoins corren el riesgo de convertirse en un factor de inestabilidad en lugar de una innovación financiera controlada. La pelota ahora está en el campo de los reguladores mundiales.